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Mi mirada a los 60

Foto del escritor: IO IO

Todos tenemos nuestra propia visión al llegar a ciertas edades emblemáticas.


Hoy llego a los 60.


La edad donde comienzas a respetar los espejos, y toca entrar en un diálogo honesto con mi cuerpo que perdió esos atributos de la juventud y los establecidos por estereotipos.


Si logro atraer a alguien ya no será por mis virtudes físicas, la probabilidad de conocer un amor estable a mi edad y lejos del juego de affair disminuyen pues en una sociedad que se enamora de la juventud y la imagen, las de 60 ya no encajamos y menos si somos autosuficientes, conscientes de que somos responsables de nuestra propia estabilidad, experimentadas en vivir entre tormentas y sin miedo a estar sola.


A los 60 uno se va acostumbrando al tracateo de los huesos y articulaciones que hacen su fiesta a cualquier hora del día, sin importar cuánto ejercicio hagas. Me doy cuenta que las dietas ya no funcionan y queda reírme de ellas, entonces me ocupo de comer saludable y lo necesario para mi buen metabolismo.


Las largas y placenteras conversaciones son con mi soledad, pues aprendí a llevarme bien con ella y no perder el tiempo en conversaciones absurdas con gente que no me produce crecimiento, pues el tiempo es lo que menos tengo garantizado y prefiero invertirlo bien, además el silencio es un tesoro que buscas constantemente.


Es mentira que uno se vuelve más sabio y entendemos el misterio de la vida. Yo sigo aprendiendo a vivir y sin entender algunas heridas, en realidad hay más preguntas que respuestas; pero ya no importa, lo esencial a los 60 es vivir en paz.


Ahora he entrado a la caminata en bajada de la vida, lo que tengo más seguro es la muerte.


Todavía puedo lograr muchas cosas, pero me costarán más y no tendrán el impacto como si lo hiciera a los 30. He empezado a hacer un inventario de lo que no logré y la balanza juega conmigo, me toca entonces con optimismo absurdo consolarme por aquello que no pude hacer o que pienso que no hice bien, por lo que soñé y no se hizo realidad; es aquí que entonces entiendo que solamente tengo hoy, mañana no sabré si podré levantarme.


Para los que hemos vivido con depresión desde la niñez y pasamos por el abuso y abandono construyendo máscaras para ocultarnos y pasamos por varios intentos de suicidio, llegar a los 60 es ganar una gran batalla.

Entiendes que el suicidio no es ni valentía ni cobardía, es simplemente el grito desesperado por el dolor que no puedes calmar, entonces emprendes el viaje de vivir y aprender a manejar ese dolor; logras ganar empatía y humildad.


Miro atrás y me admiro, pues logré avanzar entre el fuego, aprendí a valorar la vida a pesar de la desesperanza que produce la depresión, la miré de frente y dance más de una vez con mis demonios negociando y otras veces… venciéndolos.


Llego a los 60 sin culpas ni remordimientos, entiendo que todo me ha enseñado a encontrarme y conocer a la mujer fuerte que hay dentro de mí. Aprendí a profundizar en el interior, ver y sanar mis heridas aceptándome y cambiando lo que debo cambiar, enfrentando miedos y frustraciones, poniéndole nombre a los monstruos para saber cómo trabajar sobre ellos.


A esta edad la incertidumbre se acerca y comienza a susurrarme; entonces converso con ella. Sigo un día a la vez, recordando que la fuerza está en mí, que he sido mujer que danzó con lobos, descendió a los abismos vivió entre infiernos para luego regresar de ellos aprendida, desnuda de posturas y logrando algo nuevo cada día.


Haciendo las paces con la niña que sufrió soledades y la adolescente que se escondió en su propia escafandra hasta explotar en una mujer desconocida para luego navegar hasta la que es hoy.


Sigo aprendiendo, creando y soñando en lograr cosas; cuidando la paz ganada, por eso y más hoy celebro que he llegado a los 60.



 
 
 

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