
Cuando pensamos en la famosa escuela de la Bauhaus, los nombres que llegan hasta nosotros son Gropius, Kandinsky, Klee, Schlemmer, Van Der Rohe; todos hombres. Muy lejos de sobresalir en las primeras búsquedas o grandes revistas de diseño están Lilly Reich, Anni Albers, Marianne Brandt, Gunta Stölzl o Alma Siedhoff-Buscher por mencionar sólo algunas de esas mujeres.
En total pasaron por la famosa escuela 462 mujeres, que fueron parte en su mayoría, de los talleres textil y otras actividades menores o denominadas 'para mujeres'.
Siglo XX; un periodo de avances y ciertas libertades; derecho al voto para la mujer, fin de la segregación en aulas. La primera Guerra Mundial y su reclutamiento de hombres, sumado a las necesidades industriales, permitió a las mujeres desempeñar tareas que hasta ese momento eran exclusivas de hombres, descubriendo que podían ser algo más que esposas y madres.
Bajo este escenario en Alemania nace la escuela de la Bauhaus en 1999 y de la mano de Walter Gropius. Revolucionaria, a nivel educativo se basaba en la experimentación y creatividad, transformando los métodos pedagógicos. Buscaba englobar la actividad artística en una nueva arquitectura que reunificara todas las disciplinas artesanales sin límites entre arte monumental y decorativo. Acortando la distancia entre arte y artesanía, poniendo en valor la funcionalidad de los objetos.

Y aunque no fue la única escuela de diseño y arquitectura, su duración de 14 años marcó la historia de las artes, del diseño y la arquitectura.
La Bauhaus asentaría las bases del movimiento moderno, es en ella que surgen las normativas y fundamentos académicos del diseño industrial y gráfico tal y como lo conocemos.
También dejó al desnudo el complicado camino de aquellas mujeres que deseaban mostrar su talento creativo fuera de la cocina; debían ser invisibles y vivir tras el rostro masculino.
Los estereotipos estaban muy lejos de desaparecer –al igual que hoy–. Si bien Gropius aseguraba que no había diferencia entre el llamado 'sexo bello y el fuerte´, y los requisitos de admisión junto a los folletos abrazaban con igualdad a todas las personas sin antecedentes, limitaciones de edad, sexo y acompañaban con eslóganes sugestivos. No todo era una realidad.

Esa publicidad llevó a motivar a muchas mujeres tanto, que fue notable en la matricula, hasta el punto que en su primer año superaron al de los hombres; pero esa igualdad prometida fue matizada cuando tanto su fundador, como los maestros vieron que había demasiadas mujeres.
Maestros que venían del siglo XIX, el deseo de dar una imagen masculina de las artes aplicadas para destacarse como escuela superior de arquitectura, más la creencia de Gropius y muchos de ellos, que las mujeres no estaban capacitadas para determinadas artes porque genéticamente estaban dotadas para pensar sólo en dos dimensiones.
Este pensamiento, más el terror que expresó Oskar Schlemmer que los talleres de cerámica y tapicería se podían convertir en los más populares de la escuela, obliga a las mujeres de la Bauhaus a escoger actividades que se consideraban más femeninas como el textil. Sutilmente se les empujó después de terminar el curso común, a que escogieran talleres femeninos entre textil o cerámica, dejando metal y carpintería a los hombres.
Podían estudiar en la Bauhaus, pero sin invadir los espacios masculinos.

A pesar de esa diferencia, la puerta se había abierto, y no se iban a detener. Marianne Brandt fue la primera mujer admitida en el programa de metalistería de la Bauhaus. A Gertrud Arndt se le intento disuadir de no de estudiar arquitectura, pero sobresalió como fotógrafa y diseñadora de alfombras.
Pintoras, arquitectas tuvieron que dejar su sueño a un lado y pasar a la parte textil; pero contrario a todo pronóstico, lograron convertirlo en uno de los mejores talleres, sirviendo de puente entre la arquitectura el diseño y el arte. Siendo un referente en la labor de diseño textil.

Muchos de sus nombres se volvieron invisibles, tras la sombra de los maridos, o sus trabajos fueron atribuidos a la escuela de la Bauhaus sin reconocimiento en su momento.
Sobresalir y trabajar en campo de hombres implicaba demostrar el doble para poder permanecer y crecer; pero las mujeres nos las hemos ingeniado para abrirnos camino entre las piedras, entre el fuego y el olvido.
Lamentablemente muchas no lograrían culminar sus estudios, pero no fue impedimento para que brillaran.
Varias desarrollaron una carrera profesional intensa y creativa, en medio de una constante lucha por no volver a ser relegadas, lograron desempeñarse en tapices, fotografía, diseño de mobiliario y objetos de diseño, una labor vanguardista en la cerámica, el interiorismo y hasta la arquitectura.
Si bien la escuela de la Bauhaus fue un referente a nivel de arquitectura y diseño, también lo fue a nivel de equidad, a pesar de las restricciones en su momento, y del olvido al que relegaron con el tiempo y tras la sombra de los hombres, a todas las grandes mujeres de la escuela.
La mujer como en todo tiempo, le ha tocado esfuerzo doble, arriesgar y sacrificar más para demostrar su capacidad e inteligencia en cualquier ámbito. Una lucha que está muy lejos de desaparecer. No somos iguales, eso es una verdad; pero no serlo jamás será equivalente a no ser capaces de desempeñarnos profesionalmente, incluso en algunas áreas hasta mejor que muchos hombres. La lucha debe ser orientada a buscar el respeto y la equidad. Ser mujer no es ser inferior, y la historia lo ha demostrado.
Hasta la próxima mis apreciados y pocos lectores... y gracias por pasar y leerme.

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