Dicen los expertos que los títulos a los artículos deben ser atractivos y cortos, se me dificulta eso, incluso en mis poemas, por eso no les pongo títulos. En esta ocasión decidí tomar el tema tal cual, pero en uno de los idiomas de mi fascinación, amo el español, es increíblemente rico; pero el italiano tiene una exquisitez en su pronunciación que me convierte en su amante, aunque todavía me cuesta aprenderlo, procrastino mucho cuando se trata de aprender idiomas.
Mi tema no es el idioma precisamente, pero sí, ese lenguaje del alma. Ese silencioso y algunas veces fantasmal lenguaje que nos va dejando heridas y nos convierte en seres incomprensibles.

Todos a través de su historia de vida han experimentado de una u otra forma el abandono. Lo siente un esposo(a) cuando su pareja muere, sentimos abandono cuando el matrimonio se rompe por cualquier razón, hay culturas que convierten a los divorciados en parias. Lo sienten los ancianos y los hijos de diferentes maneras.
Dicen los expertos que el abandono es una de las heridas que más perdura, en especial cuando se ha recibido desde los primeros pasos de vida, hasta hay tipos de abandono, pero en general cualquier que sea, producirá una grieta en nuestra vida emocional. El diccionario lo define como: ´acto y consecuencia de abandonar´, puede referir a dejar algo o alguien, alejarse o descuidarlo y al ser vinculado a un ser vivo, se le asocia con el 'desamparo'. Según el diccionario médico se define como 'la pérdida de afecto real o imaginaria que experimenta un individuo'.
Desde el aporte psicoanalítico destacan las graves consecuencias que provoca en el niño la separación prolongada de su madre, incluso desde el vientre materno y cuando es prolongado puede derivar en graves cuadros de depresión, hasta la llamada anaclítica. Psiquiatras describen el síndrome de abandono como una alteración psicopatológica, cuya principal característica es la angustia que provoca el abandono materno y una fuerte necesidad de seguridad.
Un tema amplio y complejo, pero real. Nuestra naturaleza es buscar ser aceptados, los estudios son múltiples al respecto, la necesidad de estar en espacios de aceptación y sentirnos queridos es esencial para nuestra estabilidad emocional, ya que las relaciones son algo que se encuentra ligado a la naturaleza humana.
Personalmente debo decir que sentí abandono desde mi infancia, crecí sintiéndome abandonada y sin un norte, sin raíces que me anclaran desde que tuve uso de razón. Una niña en un mundo de adultos siendo lo que menos esperaban, no era parte del plan de vida. Con carencia de esas imágenes fundamentales en la vida de todo ser humano, que fueron distantes, indiferentes y carentes de expresividad y afecto, algunas veces hasta el punto del rechazo, llegando a convertirse en solo una sombra habitando el mismo espacio. Una imagen paterna inexistente en los primeros 15 años para luego convertirse en otra grieta difícil de entender, una presencia indeseable disfrazada hasta la adultez. Crecí en solitario, una soledad que fue mutando y tomando miles de formas hasta ocultar bajo varias máscaras la enorme grieta del abandono. Un día llega a pesar tanto que caes y no logras levantarte, entonces sabes que ha llegado el momento de enfrentarla, pues su dolor es descomunal.
Ese dolor emocional es tan fuerte que nos puede llevar por caminos terribles y obstaculiza vivir plenamente, pasa de ser dolor emocional a extenderse a dolor físico, tomando muchos rostros. He tenido diagnóstico de depresión crónica severa desde la infancia, tratado y descubierto hasta la adultez y con otras condiciones adicionales; desde hace veinte años dejé de consumir medicamentos, en mi caso específico entendí que no eran mi solución y decidí no esclavizarme a ellos. Me impuse la carga de enfrentar a mis propios demonios sin sedantes, el medicamento en algunos casos solo escondía el dolor, no lo eliminaba ni ayudaba a enfrentar mi realidad. Desde entonces ha sido un camino terriblemente largo; duro y solitario, especialmente cuando no se tiene anclas ni comunidad de apoyo, evadiendo algunas veces y luchando con todas las fuerzas en otras.
El abandono ha sido mi talón de Aquiles, uno de los demonios más poderosos en mi estabilidad emocional, al punto que muchas veces me he abandonado a mí misma. Buscamos la forma de anularnos y vamos descuidándonos en el camino, sin darme cuenta fui abandonando a la mujer que soy, hasta no querer hacer lo que tanto amo; escribir, aunque no sea buena en ello, pero es mi pasión.
Dicen los expertos que para poder superar un problema primero debes reconocer que lo tienes. Yo estoy aprendiendo desde hace mucho y he comprendido la cantidad de máscaras que uno usa para protegerse, todas las capas que construí alrededor, buscamos protegernos del dolor y la fragilidad que te deja el abandono, ese miedo constante a volver a sentirlo. Ha sido el camino más complicado a trazar, y éste uno de los años con más oscuridad y lucha silenciosa hasta ahora.
He creído y puesto fe en mí misma, en la capacidad de resiliencia y lucha que he tenido. En la fuerza de voluntad que me ha traído hasta aquí, sostenido y levantado muchas veces aún en lo profundo del abismo, en el fondo del agua a punto de ahogarme o rendirme; en mi caso no creo en religiones, santos ni dioses, menos en placebos. He creído en el conocimiento y fuerza que me ha permitido tener conciencia de mi verdad y luchar aun cuando siento que ya no puedo.
En ese caminar, y en este año precisamente, aprendí a sostenerme del brazo de mis pocos mejores amigos –son cuatro, y a ellos les doy las gracias infinitas– los 'Sancho Panza' que se volvieron cada uno de ellos para ayudarme en este proceso, que saben y conocen muy de cerca la lucha contra mis fantasmales molinos de viento.
Una entre muchas de mis verdades, confesada hoy en mi página y en esta sección 'AL DESNUDO'.
Necesitamos ser más genuinos, desnudarnos de toda la falsedad o capas que nos cubren, permitir que otras almas buenas nos abracen en nuestra debilidad y nos ayuden al menos a intentar cerrar la grieta. Entender que no estamos solos en este dolor y que tampoco fue nuestra culpa crecer en abandono emocional, que hablar de ello no es cobardía, esconderlo no es la solución y hay que ser valiente para contar que estás roto y que necesitas ayuda.
El dolor y la tristeza que se siente es real, el vacío jamás será llenado, no hay cura contra la herida del abandono de toda la vida; pero se puede avanzar después que lo miras a la cara, le pones nombre y comprendes la fragilidad y necesidad que tienes de sentirte aceptado y amado. Cuando entiendes que este viaje no puedes hacerlo solo y dejas entrar a los que están dispuestos a levantarte, que debes aprender nuevamente a caminar en libertad sin ese peso, amarte a ti más que nada e intentar construirte nuevas alas.
Así sin más, quizás debí llamar a este artículo, la gran grieta...
Saludos queridos y pocos lectores de IO.

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