Dicen que dijo –y no me crean pues no estuve ahí– Leonardo Da Vinci (1452-1519) el gran genio renacentista que: «La pintura es poesía muda; la poesía pintura ciega», siglos atrás también dicen que Horacio (65 aC-8 aC) poeta de la literatura latina antigua dijo que: «Una pintura es un poema sin palabras».
Mudas o ciegas, el asunto es que entre poesía y pintura se crea una complicidad exquisita y todo el arte nos habla, si sabemos escuchar. La pintura usa el lenguaje de colores, sombras e imágenes que trascienden el tiempo y espacio, un poema a través de las palabras nos traslada a un cúmulo de imágenes y sentimientos que también trascienden, y ambos nos permiten entrar al alma de su autor; identificarnos y encontrarnos.

Y es esa complicidad la que se encuentra en «Los marcos de Varo» poemario de Omar Alejandro Gonzáles Villamarín, poeta colombiano. Un libro precioso que tuvo a bien obsequiarme en el encuentro de escritores en Chiquinquirá. Exquisito no sólo en su texto donde el autor nos lleva por la mirada oculta de las palabras y las imágenes con un recorrido desde Bocetos, Ventanas y Miradas, desnudando lo que se oculta detrás y acompañado de las imágenes de una artista fascinante: Remedios Varo.

El autor entra al mundo surrealista de Varo y lo conjuga con su propio lenguaje y mundo de las palabras para trasladarnos a sus imágenes poéticas llenas de nostalgias, vacíos y secretos, todos esos que se esconden tras las ventanas.
Pintura y poesía se vuelven un nudo mágico, como dos bailarines que pese a tener cada uno su propio ritmo logran danzar juntos en el mundo de las imágenes; eso es la poesía de Villamarín y la pintura de Varo en el poemario LOS MARCOS DE VARO (tríptico).
El poemario viene acompañado de un pequeño paquete de postales con obras de la pintora Remedios Varo (1913 - 1963) imágenes oníricas y fascinantes que en otra ocasión hablaré de ella, por ahora el protagonista es la poesía de Omar González.
Cuando me dispuse a leerlo coloqué cada postal donde indicaba el poema para luego hacer ese recorrido a dos artes, fue fascinante leerlo y adentrarme en la obra volviéndose doble experiencia artística.
Un poemario que lo volví a leer una vez más y se pegaron a mí versos como:
Me puedo colgar
de las amarras del cuadro,
y ella extenderá una falsa pincelada
que me libere del naufragio
Me veo colgada del cuadro viajando entre poesía y pintura, para luego pasar a las ventanas, donde el pacto, el hogar y la orfandad, el mito, la añoranza y otros poemas hacen de las suyas dejándonos ver más allá, luego monumentalmente cierra esa sección con la pregunta: ¿Qué es la casa? y regresa a hablarnos nuevamente de la mirada, la ventana y lo eterno con su poema suicida.
No basta con llevarnos por esos caminos, pues luego nos adentra en la mirada y volvemos a danzar de la mano de Varo y sus obras, entre poema y pintura para dejarnos líneas como:
Quizá al volver –tal vez se pueda–
seamos un lienzo
en el que otros abandonen su desgracia

El libro se conjuga con la melancolía de los cuadros para regalarnos un camino de soledades, silencios y encierros; quizá identificando el mensaje de todas esas protagonistas que se adentran en la pintura de Varo; pero también se vuelve un homenaje poético a la obra de una de las mejores pintoras surrealistas del Siglo XX.
Un libro que hay que leer y ver, releer y volver a leer, mirar y dejarnos llevar por el mensaje onírico de las obras y las palabras.
El poemario cierra su danza artística con el poema X y la pintura 'Hacia la torre', un óleo de 1960 y me cuelgo nuevamente de la frase:
(...) me mira desde la ventana del cuadro
reclamando que soy quien trazo su designio
y que a voluntad puedo desaparecer su miedo
y sus fantasmas

Los marcos de Varo forma parte ahora de mi estantería y de los libros hermosos. Gracias apreciado poeta por este regalo de sus poemas en un libro que se vuelve una completa obra de arte.
Espero leer aún más del trabajo literario de un joven escritor que parece ha transitado muchas vidas, y le falta mucho camino y poemas por darnos.

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