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RESCATAR LA PALABRA

Foto del escritor: IO IO

Desde hace varios años deje de asistir a eventos artísticos en el país, especialmente a lecturas de poesía; excepto a las presentaciones de libros del poeta Eduardo Carías; mi hijo.

En parte el encierro del 2020 alimentó mi agorafobia, por otro lado las lecturas se volvieron el espacio para alimentar triadas oscuras de poetas y editores con trabajos de poca calidad y una mínima asistencia, que permitía aflorar la poca importancia que se le da a la literatura en nuestro país; donde ha costado y sigue costando mucho trabajo que el arte se vuelva un poder que avance y prospere sin lastres.

Y en el caso de la literatura lo afectan por un lado, los niveles de educación tan precarios que tenemos y donde no se alimenta ni la lectura y mucho menos las artes, sumado a eso los grandes desafíos significativos a los que se enfrenta el arte mismo y escritores en particular; y por otro lado la falta de apoyo institucional, escasez de recursos financieros, censura y marginalización dentro de la industria editorial e incluso de los mismos círculos de escritores.

No solamente esos aspectos han afectado el arte; existen manías culturales e individuales que no nos permiten crecer, como la costumbre del hondureño de buscar solamente su propio beneficio, un egoísmo que nos ha llevado a tener pequeños dioses de la literatura y argollas enarbolando consignas propias y en algunos casos hasta ridículas como si la literatura tuviera color, género o sus propias líneas políticas. Algunos usan el arte y la literatura como palestra para agenciar mayor peso a sus bolsillos y ser enseñoreados dentro del medio; pero no por la pasión y amor a la literatura como tal, y con objetivos definidos en favor del arte.

A través de la historia podemos ver el crecimiento de grandes civilizaciones en el arte, pero también del crecimiento individual de artistas y escritores que buscaban constantemente crecer y mejorar. Lamentablemente en la actualidad ese crecimiento personal ha menguado y se ve reflejado no sólo en la calidad de los trabajos, sino también en el actuar de los artistas.

Pero bien, esta reseña es sobre mi salida después de muchos años a un evento literario, no sobre lo que pienso de la literatura hondureña.



Mi intento por enfrentar la agorafobia me llevó sin más pretexto a caminar hacia café Paradiso a un evento de lectura. Invitada por mi buen amigo y poeta salvadoreño Rainier Alfaro.

Una lectura que unía a poetas del hermano país El Salvador y Honduras. Fue así que me encontré con Fabricio Estrada, Rainier Alfaro y el poeta salvadoreño Alfonso Fajardo a quien no tenía el gusto de conocer. El poeta Carlos Clará no pudo asistir por motivos de salud lamentablemente.


Fue agradable ver algunos rostros conocidos. Muy buenas lecturas de indiscutibles poetas y que enriquecen cuando se tiene la oportunidad de escucharles; sin embargo un par de cosas llamaron mi atención reforzando la terrible precariedad en la cual se encuentra la literatura en el país.

Un lugar que fue en su momento insigne para el arte, ahora es solamente un café más de público muy ajeno y que no le importa la literatura, que cuando se dan estos eventos por casualidad están entre el público y les toca moverse para no ser parte.

La cantidad de asistentes interesados en el evento y que llegaron temprano para escuchar a los poetas eran los de siempre; amigos y allegados de los escritores.

El resto lamentablemente entró después cuando el evento había terminado, pues como mala costumbre seguimos siendo impuntuales, resabios que se logran percibir en estos eventos todavía.


Una poesía que define la calidad de estos escritores, y de alguna manera identifica y nos une como países con las problemáticas comunes. Es exquisito poder y volver a escuchar de propias voces las palabras que salen y fueron gestadas desde el interior de sus almas. Al punto que quise fuera más tiempo la lectura.



Rescato la poesía de estos escritores en este mar de incoherencia en que navegamos, y especialmente las palabras dichas por el poeta Fabricio Estrada: «rescatar la palabra».

Esto llamó mucho mi atención por dos razones; mi próximo proyecto a publicar está orientado precisamente a la pérdida de las palabras y muerte de los escritores y artistas.

Rescatar la palabra decía Fabricio; quitándosela a los políticos, religiosos y periodistas, los cuales se han encargado de usarla, prostituirla manipularla, venderla.

Yo agregaría rescatar los orígenes; pues ahora hasta los artistas, escritores y poetas las usan para cualquier estupidez. Los medios y todos esos poderes usan las palabras no para informar, hacer crecer y valorar; sino para imponer ideas y formas de vida, nos engañan por medio de las palabras y se intenta ahora borrar las palabras para imponernos imágenes en las cuales vivimos absortos.


Es urgente rescatar las palabras y el verdadero arte y literatura. Pues arte no es eso que nos venden ahora como mal llamado "arte conceptual". El artista y escritor debe entender la importancia y el poder que tiene con las palabras; pero también el compromiso y responsabilidad de lo que se le ha otorgado.

La única diosa en este mundo del arte es el arte mismo, el único que debe enseñorearse es el arte y la literatura; nosotros los escritores y poetas, artistas en general somos solamente simples vasijas que portamos un don de dioses, pero no somos dioses.


Necesitamos usar sabiamente el arte y dejar de prostituirlo y usarlo para mostrar nuestras peores debilidades y demonios. Urge seriedad y responsabilidad en este trabajo del arte y de escribir, un enorme compromiso especialmente en este siglo en el que vivimos donde todos andan ciegos y cualquiera mal usa las palabras y el pueblo atontado le sigue.


¡Bravo por los poetas!

disfruté mucho sus lecturas, a pesar de que fue muy poco de lo que realmente era importante. Ojalá le demos a la literatura el lugar que debe tener en este país, aunque yo una pesimista, pienso que no mejoraremos.


Y sin más... espero poder asistir a otro evento cualquier día de estos. Gracias y espero merecer el privilegio de su tiempo, estimado lector.



 
 
 

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