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CICLOS Y LA PARADOJA DEL FIN DE AÑO

Foto del escritor: IO IO



Siglos de historia nos llevan a entender que los seres humanos estamos cargados de tradiciones, algunas impuestas por aspectos religiosos o costumbres culturales así como creencias en ciclos naturales o eventos astronómicos.

Desde la época primitiva el hombre comenzó a tratar de entender su entorno, en ese afán le adjudica poderes a lo que no logra encontrarle explicación; se vuelven entonces dioses el sol, la luna, las estrellas y todo aquello que no podía entender. Con eso hace su entrada el poder y la ambición que el ser humano trae consigo, comienza a usar esas creencias y poderes adjudicados para controlar los pueblos, el arte es utilizado en sus inicios precisamente para adorar dioses, dar ofrendas y controlar.



Las tradiciones forman parte de nuestra naturaleza aunque muchos hemos renunciado a ellas. La esperanza o fe también es inherente al ser humano; desde creer en cosas inanimadas, en dioses inexistentes, imágenes, el universo y hasta las más absurdas. La necesidad de creer en algo superior a uno mismo o de legarle la responsabilidad a ese algo del rumbo de la vida forma parte del individuo; pues pensar que somos responsables de nuestras vidas y resultado de las decisiones, esfuerzo, trabajo y análisis personal se vuelve para muchos demasiado peso. Por otro lado es difícil ver la vida en una sola línea recta, la historia misma debe estudiarse en ciclos o etapas para poder entenderla. Nuestra naturaleza requiere de esos ciclos; tanto la vida, negocios, inversiones, proyectos, sueños a realizar y relaciones son todos etapas o ciclos que estarán compuestos de subidas y bajadas pues los acontecimientos no se suceden en una línea recta y se experimentan cambios tanto en la dirección como en la intensidad.


Y aunque los ciclos como las tradiciones y la fe son complejos y tienen raíces profundas en muchas causas; cerrarlos no se reduce a un cambio de fecha o llegar la noche luego amanece y todo ha cambiado.

Pensar que los dioses o el universo nos darán mejor año, que la fe por sí sola hará que todo cambie al día siguiente o terminar un año es cerrar un ciclo y todo cambia; es como retroceder a la época primitiva y darle poder a algo que científicamente es improbable. Entérese al universo tan infinito ni siquiera le importamos, somos una mota de polvo.


Cambiar de año no nos hace mejor ni peores, comer 12 uvas o encender miles de inciensos o todos los rituales absurdos que se han inventado a través de la historia no harán la diferencia. Todo esto forma parte de esas tradiciones y creencias que se vuelven un simple placebo unido a muchos elementos; el mercado, el marketing, las empresas que desean vender, el control del sistema, la educación, la falta de conocimiento, cada vez nos volvemos menos pensantes; pero también la necesidad humana de sentir que el dolor o las malas rachas no se repetirán, que ese dolor y todos los sentimientos que vienen con las pérdidas tienen un fin.


La celebración del fin de año tiene sus raíces en diversas culturas y tradiciones a lo largo de la historia, el 31 de diciembre sólo marca el último día en el calendario gregoriano; pero las festividades varían según la región y la cultura.

Lo que no varía es la cruel verdad que pasar de las 12 de la noche del día a las 12: 01 del siguiente nada ha cambiado; pues los cambios dependen de un proceso de decisión, de una construcción interna de vida continua así como de mucho trabajo y esfuerzo.

El dolor por la muerte de un ser querido, un divorcio, el abandono, el desamor, quedar desempleado o perder algún patrimonio no se cierra con el nuevo año; al contrario, se intensifican las emociones. Ninguna de sus metas propuestas tienen fecha de caducidad al cerrar un año, cada objetivo está sujeto a esfuerzo, trabajo, disciplina y sobre todo fuerza de voluntad unida al conocimiento. La vida es eso, tendrá siempre buenos y malos momentos, cómo los enfrentamos es importante.


Si considero el 2023 dentro de la tradición, diría con urgencia que deseo que el año termine, pero nada cambiará al terminar. Tuve pérdidas significativas que todavía el primero de enero me seguirán doliendo, dejé ir personas que me hicieron daño aunque las amaba, renuncié a situaciones, enfrenté otras que debía reconocer a pesar de ser dolorosas para poder avanzar; pero el dolor no se va, es un proceso que debe trabajarse, enfrentarse y muchas veces seguirá con nosotros mientras avanzamos.

Viví una de las peores bajadas en mi condición depresiva, algo que he aprendido a sobrellevar desde mi infancia. La tristeza se plantó firme en mi puerta y fue una batalla constante que poco faltó para no ganarla; pero el cambio de año no me garantiza que se irá, debo seguir luchando hora tras hora con esa condición y todo lo que trae. No desaparecerá al decirle adiós al año, tampoco los deseos de suicidio se irán; para algunos vivir es una constante lucha, desear vivir es un trabajo diario que cierra sus ciclos a cada hora y a cada día, no importa cuánto tengas ni de cuántas cosas se llene tu vida, la depresión es una enfermedad sin cura, toca aprender a vivir.



Un mejor trabajo, una nueva condición física, cumplir sueños o anhelos no vendrán con solamente desearlo y cambiar de año; cada uno de nosotros debe luchar y trabajar un día a la vez para lograr los objetivos o pasar las tormentas; pero esa es la paradoja del fin de año, creemos que a las 12 le damos adiós a un año nefasto, a un ciclo o etapa y al amanecer al cambiará; pero no, usted seguirá siendo el mismo y con la condición de vida de unas horas atrás mientras no se esfuerce, no trabaje y haga lo que está en usted para avanzar y cambiar los resultados.


Irónicamente y parte de nuestra naturaleza es celebrar el ciclo. Cuando termino de escribir un libro lo celebro, sola; pero lo celebro. Cuando finalizo un proyecto, termino un diseño, cierra un período académico y sé que logré mis objetivos. Llegar a la noche a pesar de la lucha con mis demonios; todo eso finalmente es cerrar ciclos.

Y celebrar es parte. Es un momento para impulsarse, pensar o creer que retomará fuerzas para comenzar otro, animarse y animar a otros, celebrar lo que han logrado o lo que esperan lograr.


Si celebrar y hacer rituales le hace feliz, ¡bien!

Los ciclos no tienen una fecha de caducidad ni forma, cada quien le aplica el tiempo y las condiciones necesarios; solamente no olvide que requieren que usted trabaje, se discipline y sea constante, que se esfuerce por hacer los cambios necesarios desde su interior, procurando ser mejor persona cada día, competir con el que aparece al verse en el espejo pues es su peor versión. Nadie, absolutamente nadie vendrá a hacer ese trabajo por usted.


Yo sigo en mil múltiples ciclos de vida, algunos los cierro a cada hora o día. Como en estas fechas donde tengo que activar mi voluntad para incorporarme a una felicidad que no siento, luchar contra la tristeza y terminar el día, contentarme por estar viva. Muchos de mis objetivos tendrán caducidad probablemente hasta el día que deje de respirar; mientras tanto toca un día a la vez trabajar, aprender y seguir.


Entonces así sin más, sí, celebrar es válido.

Celebrar que al menos hoy estamos aquí y decidimos vivir, eso no requiere de fe ni tradiciones.

Brindar por un día más a pesar de la batalla personal que es constante, brindar porque estamos vivos es una victoria digna de celebrar, especialmente en un mundo que se desarma terriblemente en la absurda ambición, en odios y gente cada día más estúpida.


¡Salud a todos!

Y salud por aquellos que luchan conscientemente por vivir un día a la vez y por ser mejores seres humanos.




 
 
 

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